El próximo fenómeno meteorológico de El Niño está previsto para el segundo semestre de 2023, y es previsible que incremente los efectos del cambio climático. Es probable que la región India-Pacífico experimente fuertes calores y sequías a partir del 4º trimestre, y el impacto de El Niño en el sector agrícola será particularmente visible en 2024, ya que los productos básicos dependen en gran medida de las condiciones meteorológicas (temperaturas, precipitaciones).
Las previsiones de Coface apuntan a grandes incertidumbres para ciertas materias primas agrícolas (cereales, azúcar, aceite de palma, cítricos) a medio plazo, y a riesgos significativos para la seguridad alimentaria en ciertas regiones del mundo.
El Niño Oscilación del Sur es un fenómeno oceánico-atmosférico que tiene su origen en variaciones anormales de las temperaturas superficiales del agua en el Pacífico Central y Oriental (costa latinoamericana). Comprende dos fenómenos opuestos (La Niña y El Niño) que históricamente se producen cada 2 ó 3 años. La Niña trae un clima más frío y húmedo, mientras que El Niño trae un clima más cálido y seco.
El Niño actual se produce menos de un año después del último episodio de La Niña, es decir, mucho más rápido que las frecuencias históricas. Esto sugiere un aumento de la frecuencia de este tipo de fenómeno meteorológico, que puede tener consecuencias perjudiciales a largo plazo.
En efecto, las perturbaciones meteorológicas de El Niño, que afectan a toda la región indopacífica, provocan olas de calor y sequías. Así pues, El Niño tiende a amplificar los efectos negativos del cambio climático en Asia-Pacífico, África meridional y oriental y América. Por su parte, Europa, Oriente Medio y el Norte de África se libran del fenómeno.
Regiones clave para la agricultura mundial y cadenas de valor agroalimentarias bajo presión.
Brasil (primer productor mundial de caña de azúcar, soja, café y naranjas), India (segundo productor mundial de arroz, trigo, caña de azúcar y patatas), Indonesia (primer productor de aceite de palma, tercer productor de arroz) y Australia (cuarto productor mundial de cebada y colza) se verán especialmente expuestos y verán disminuir sus rendimientos agrícolas.
Unas cosechas más escasas ejercerán presión sobre las cadenas de valor agroalimentarias en su conjunto, y es probable que 2024 sea un año de extrema tensión entre la oferta y la demanda del sector. En efecto, las perturbaciones afectarán negativamente tanto a la producción de los grandes países exportadores (Australia, Brasil, EE.UU.) como a la de los focos demográficos que se suponen autosuficientes en alimentos (China, India). La presión sobre los suministros será, por tanto, doble.
Como era de esperar, los precios de los alimentos aumentarán en 2024. El ejemplo del sudeste asiático es ilustrativo. Diversos episodios de El Niño en los últimos 20 años han provocado en general presiones inflacionistas sobre los precios de los alimentos en la región. El arroz, que representa el 60% del consumo interno de cereales en la región, es muy vulnerable a los efectos de El Niño, mientras que su cultivo, que requiere mucha agua, probablemente sufrirá las consecuencias de los bajos niveles de precipitaciones. Además, el peso de los alimentos en los índices regionales de precios al consumo es significativo (en torno al 40%), lo que hace temer un repunte de la inflación a medio plazo.
Las dificultades de abastecimiento y la subida de los precios de los alimentos aumentan el riesgo de inestabilidad social y política en las economías emergentes.
Los países en los que predomina el sector agrícola podrían sufrir importantes pérdidas de ingresos y empleo. Por ejemplo, Indonesia, donde la agricultura representa el 13% del PIB y el 32% del empleo, podría verse muy afectada por el impacto negativo de El Niño en la producción de arroz y aceite de palma. A medio plazo, el país se enfrenta a importantes citas políticas: las próximas elecciones generales indonesias (presidenciales, legislativas y al Senado) están previstas para febrero de 2024. Por lo tanto, las dificultades económicas causadas por la incertidumbre meteorológica podrían tener importantes repercusiones en la estabilidad del país.
Por otra parte, los países exportadores menos afectados por las perturbaciones meteorológicas podrían beneficiarse de la subida de los precios de los productos básicos agrícolas.